Aquel día, llovía a cántaros en La Coruña. El cielo parecía sublevarse contra cualquier proyecto que implicara salir de casa. Sin embargo, Federico Mayor Zaragoza, a quien habíamos invitado a inaugurar la exposición Frecuencias de Eugenia Balcells, decidió hacer el viaje desde Vigo y cruzar la tormenta con 30 de los participantes en el Foro Mundial de la Educación 2010 que estaba teniendo lugar en ese mismo momento.
Su expresión de sorpresa fue evidente cuando se dio cuenta de la habilidad con que Eugenia Balcells había construido un mural titulado Homenaje a los Elementos, donde cada uno de los elementos de la Tabla Periódica se presentaba no sólo con su nombre científico sino también con el espectro de color que le es propio. Pero la sorpresa fue en aumento, cuando, a continuación, la instalación Frecuencias permitía imaginar cómo estos espectros —códigos de barras de los colores que los identifican— se iban mezclando entre sí en una película que parecía hablar de la creación de todo lo que existe.
Mientras Eugenia presentaba su obra como una metáfora de cómo se creó todo, Manuel Bermejo, catedrático de Química Inorgánica de la Universidad de Santiago de Compostela, la interrumpió abruptamente diciendo que no se trataba de una metáfora sino de cómo, realmente, la materia llegó a ser.
Fue entonces cuando Federico Mayor Zaragoza siguió el argumento diciendo: al principio fue la luz y al final será otra vez la luz. Desde un punto de vista comparativo, habrá sido un momento en la historia del universo que la luz se habrá transformado en materia, pero volverá a ser luz. Ahora bien, en ese momento en el que la materia existe, es impresionante pensar que los ojos de la especie humana son los ojos del universo porque son los únicos que son ojos conscientes, son las antenas de la mente que sabe reflexionar y percibir la existencia de ese universo fantástico. Los ojos desmedidos y creadores de los humanos son capaces de saber que saben, capaces de reconocer que la luz guarda en ella muchos secretos, porque al principio fue la luz y al final todo volverá a ser luz de nuevo.
La noche siguió entre conversaciones y silencios llenos de una emoción impresionante y la mesa redonda final fue el inicio de una relación, cada vez más estrecha, con ese personaje tan entrañable que ha sido Federico Mayor Zaragoza.
En 2022 celebramos juntos la aparición de su libro Inventar el futuro —un libro de cabecera, como mínimo, para todas aquellas personas con responsabilidades públicas— que complementaba con mucha contundencia su conmovedora Antología, publicada en el año 2000, que recoge poemas escritos a lo largo de muchos años, respondiendo a la intensidad de vivencias acumuladas en sus viajes por el mundo.
Hoy, al recibir la noticia de su muerte, me llega de nuevo su voz, su peculiar forma de acariciar las palabras que le eran muy significativas: fuimos luz y seremos luz. Me gustaría que su memoria nos permitiera recuperar la fuerza con la que ha defendido el concepto “cultura de paz”— repitiendo siempre “Nosotros, los pueblos...”, la frase que da inicio a la Carta de Naciones Unidas— y la potencia de su voz al citar una y otra vez el artículo primero de la Declaración Universal de los Derechos Humanos: “Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y en derechos y, dotados como están de razón y de conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros.”
Federico Mayor Zaragoza fue patrón de la Fundación Eugenia Balcells desde ese día de tormenta en Galicia —que acabó, entrada ya la noche, en temporal de nieve y aeropuertos cerrados— y nunca podrá dejar de serlo, porque su voz viaja ya por el mundo integrada en el mural Homenaje a los Elementos, que honra aquella capacidad de visión de la especie humana que él tanto amaba.