El retorno a los centros educativos

A menudo es necesario un paso atrás para poder saltar adelante.

Fueron los mismos Estados que separaron la cultura de la educación creando dos ministerios diferentes, cada uno de ellos con sus responsables y su presupuesto. En poco tiempo, la medida se mostró muy eficaz: hoy, hablamos de educación y pensamos inmediatamente en la escolarización, hablamos de cultura y excluimos niños y jóvenes, sin darse cuenta de ello.

Quizás ha llegado el momento de hacer balance. Quizás ahora, que el mundo de los humanos se ha detenido como necesitando un da capo que no era capaz de hacer por sí mismo, podemos empezar de nuevo intentando corregir algunos de los muchos errores que hemos ido acumulando desde que se produjo este divorcio entre cultura y educación.

Una posibilidad nos la brinda la vuelta al colegio el próximo curso. Se dice que serán necesarios espacios adicionales para poder respetar los requerimientos instaurados por el Departamento de Salud. Que los cursos deberán dividirse, y una de dos o los estudiantes irán a clase días alternos o habrá que alquilar, dicen, nuevas aulas.

Ninguna de las dos me parece una buena solución. Más bien creo que es una ocasión de oro para poner a pleno rendimiento los equipamientos culturales y los recursos naturales de los que disponemos.

Museos, teatros, auditorios, parques naturales, bibliotecas, playas, cines, polideportivos, talleres de todo tipo, espacios de ciencia abiertos al público, bosques y jardines ... son las áreas de ampliación que ahora más que nunca el sistema escolar necesita . No sólo nos brindan espacios bien equipados, sino también formas directas de acceso al conocimiento —nada que ver con una nave en desuso equipada a toda prisa.

Todos y cada uno de los espacios culturales que regentan las administraciones públicas son, ya ahora, espacios de educación.

Para hacerlo evidente sólo hay que reconocer como ciudadanos de pleno derecho los niños y niñas de infantil y primaria y los jóvenes integrantes de todos los demás niveles educativos.

Los equipamientos culturales tienen, la mayoría de ellos, departamentos de comunicación, de actividades culturales y de educación. Esto quiere decir que disponen de personas que pueden acoger grupos de estudiantes, de cualquier nivel, y, de común acuerdo con los enseñantes que los acompañen, introducirlos en aquello de lo que son especialistas.

El dinero que ahora se busca para pagar alquileres creo que debería utilizarse para aumentar el número de enseñantes, dentro y fuera de la escuela, y hacer posible así esta nueva faceta de la enseñanza reglada que llegaría, en mi opinión, para quedarse.

De este modo, la ciudad en su conjunto y las áreas rurales en su inmensa diversidad pasarían a ser directamente los referentes de los planes de estudio. Estábamos acostumbrados a utilizar libros de texto, hoy ordenadores y tabletas, donde edificios y pinturas, experimentos de todo tipo, el desarrollo de los seres vivos o la poesía épica eran sólo imágenes con pies de foto.

Ahora, se abre la posibilidad de ofrecer a los estudiantes obras originales y entretenerse con ellos en los procesos de creación, de observación, de interpretación, de cuestionamiento y de investigación colectiva al mismo tiempo que los introducimos en la conservación y exposición pública del patrimonio.

De rebote y desde la proximidad podría favorecer también que los teatros pudieran contratar actores y actrices para que compartieran intimidades de su oficio con los colectivos de estudiantes, y asimismo pudieran hacer los auditorios con jóvenes músicos, las bibliotecas con novelistas y poetas ... sectores que han quedado muy dañados a causa de la pandemia.

Quizás es el momento de saltar adelante y reconocer que cultura y educación son dos nombres para designar una sola idea que ya había sido escrita por Platón: el conocimiento nos ha de permitir saber qué vida queremos vivir.