Te mando este rojo cadmio...
Cartas entre John Berger y John Christie
Editorial Actar, 2000
Te mando este rojo cadmio… es un libro de cartas entre dos amigos, John Berger y John Christie. Esta correspondencia se inició en febrero de 1997, cuando, en respuesta a una pregunta genérica de Christie “¿Cuál podría ser nuestro próximo proyecto?”, Berger respondió: “Mándame un color…”
Y una mancha de rojo cadmio cruzó el Canal.
A Berger, este primer color le sugirió inocencia. “… el rojo de la niñez… el rojo de párpados jóvenes cerrados con fuerza…”. Más tarde habló de su rojo preferido, el rojo de Caravaggio: “El rojo por el que se jura amor eterno. El rojo cuyo padre es el cuchillo.”
Una exposición de la correspondencia sobre el color entre John Berger i John Christie.
Museu Nacional d’Art de Catalunya, Barcelona 2001
Sala Municipal de exposiciones de la Casa Revilla, Valladolid 2001
Museu d’Art de Girona, Girona 2000
T’envio aquest vermell cadmi és l’exposició de la correspondència original sobre el color entre John Berger i John Christie que va tenir lloc entre els anys 1997 i 2000. L’exposició inclou també una col·lecció de fotografies dels autors fetes pel fotògraf suïs Jean Mohr i el propi John Christie, així com el llibre del mateix títol que recull la totalitat de la correspondència.
Introducción
Mándame un color …
Te mando este rojo cadmio… es un libro de cartas entre John Berger y John Christie. Una correspondencia que se inició en febrero de 1997 a raíz de una respuesta rápida de Berger a una pregunta genérica de Christie:
- “¿Cuál podría ser nuestro próximo proyecto?”
- “Mándame un color …”
Y una mancha de rojo cadmio cruzó el Canal.
Berger respondió suponiéndole al rojo una historia propia como lo es su experiencia de ese color : el rojo inocente de la niñez, el negro en que se transformará cuando envejezca, el blanco que fue de joven… hasta llegar a su rojo preferido, el rojo de Caravaggio.
Estimulado por las distintas capas descubiertas en su rojo cadmio, John Christie pone en el correo uno de sus pequeños libros manufacturados con una mancha de marrón, similar al color de la pintura antioxidante, y Joseph Beuys entra en escena.
Semanas más tarde, ambos se cartean sobre el azul de Matisse y el azul de Yves Klein. Y del azul al vacío, de Klein a Le Corbusier, de la oscuridad del arte rupestre a las manchas de luz solar que el azar permite ver, del verde de las sombras a las notas amargas del blues, del mar de jaspe a Courbet, del amarillo al oro, de Kandinsky a Paul Klee…
A su vez, de forma muy sutil, esos mismos colores van configurando también un vocabulario con el que los autores se refieren a sus experiencias y a sus proyectos. La publicación de la novela King de John Berger pone al descubierto de una amplia gama de rojos y el nacimiento de Alice, la hija menor de John Christie, adopta los colores secretos de la madreperla.
Una sombra de hierba…
Durante un par de años seguí esta correspondencia ajena de un modo muy entrecortado. John Christie, siguiendo su forma habitual de expresión artística, contestaba las cartas que recibía de John Berger con pequeños libros manufacturados. De vez en cuando, componía un ejemplar más de alguno de esos opúsculos y me lo mandaba.
También había notas sueltas de este intercambio epistolar sobre el color en mi propia correspondencia con John Berger.
Así, sin proponérselo, ambos iban alimentando mi curiosidad enfrentándome una y otra vez a ese deseo humano de conocimiento tan bien enraizado en la historia de las artes : distinguir los detalles que califican significativamente la realidad. Sus insinuaciones conseguían meterme de lleno en las entrañas de una forma de mirar, aparentemente gratuita pero rigurosamente esencial.
Pero no fue hasta el mes de agosto de 1998 cuando tuve por primera vez en mis manos la colección casi completa -nadie había pensado en darla por terminada- de esa correspondencia sobre el color. La leí lentamente, pero con voracidad.
Como lectora, sentí la seducción oculta en cada color propuesto, en cada dibujo, en cada opúsculo que perdía o ganaba su cualidad de objeto según se viera; sentí el perfume de todos los olores sugeridos, el lacre, el cartón, la tinta china, el azafrán…; quise imaginar, incluso, el sonido que el viento suave del amanecer podría arrancar a esa concha atravesada por nueve diminutos agujeritos en su borde, que John Christie describe.
La lectura acompasada de las cartas, sin los intervalos propios de toda correspondencia, iba dejando al descubierto algunos de esos hilos que constituyen la urdimbre del pensamiento. Esas preguntas que nacen de la observación atenta de la realidad y son seguidas de cerca por la necesidad de actualizar lo sabido; esos recuerdos leídos y esos recuerdos vividos que, confundidos unos en otros, cobran sentido una vez más; esas sensaciones que no se desvanecen con el sueño y esas sospechas que sólo encuentran su verdadera forma en las páginas de los poetas o en las telas del archivo visual propio.
El mundo adquiría en estas páginas la soltura de un espectáculo en el que los colores calificaban al mismo tiempo su permanencia y su fugacidad. Cada color propuesto era el conjunto de su reverberación en la experiencia propia, como la representación irrepetible que el sol ofrece en su persecución eterna de la noche.
Y la lectura de las cartas me llevó a otras lecturas. Volver a leer, volver a escuchar, volver a ver para reconocer lo nuevo, para que el pasado se revele una vez más, para apaciguar una percepción insólita de lo sabido y de lo por saber.
Las cartas se transformaron así en una verdadera incitación a la crítica y a la mirada atenta. Empecé a percibir en ellas las formas de vida, las maneras de estar en el mundo propias de los dos corresponsales. Y ello hacía que los colores me llegaran como elementos orgánicos que contenían parte de una significación que podía ser compartida y parte de un enigma que parecía solicitar una respuesta en el registro de la memoria propia. La historia de una cierta experiencia del color iba dando forma e incluso nombre a ideas, sensaciones y sentimientos que, así bautizados, parecían más accesibles.
Terminé la lectura con el deseo de abrir esta aventura perceptiva a otros lectores. De sacar a la luz esa escala cromática tan alejada de la sistematización de las tablas de color. Tan cercana al comportamiento intelectual de los antiguos. Tan exquisitamente contemporánea.
Este rojo inocente de la niñez
En otoño, les propuse a ellos, que se escribían por el simple placer de escribirse, editar un libro de su correspondencia.
Yo seguía fascinada por su habilidad de integrar la historia de las artes en su forma habitual de ver y vivir la realidad. Admiraba su capacidad de sorprenderse y de generar sorpresa. Sentía el placer de su interrogación constante. Me atraía la fuerza que el carácter privado de su intercambio añadía a lo simplemente insinuado, a lo sugerido sólo de forma marginal. Su particularidad me acercaba más y más a la única objetividad de las artes que soy capaz de entender.
Y también contemplaba repetidamente sus caligrafías -las formas picudas de John Christie, las letras redondeadas de John Berger-, los materiales que engrosaban las páginas de los opúsculos de Christie, la escritura perfectamente enmarcada en un papel previamente elegido por Berger, los sobres de correos, o tal vez debería decir el sobre que hacía el camino una y otra vez, añadiendo direcciones, suprimiendo códigos y paises…
Esta correspondencía tenía para mí el carácter originario de todo aquello que resulta ser un fin en si mismo. La intimidad de las cartas dejaría, sin duda, algunos espacios en blanco. Pero serían espacios de los que el lector o la lectora podría disponer para usos imprevistos. Tal vez sería en estos vacíos que crea lo nunca explícitamente dicho entre dos personas que se conocen, dónde, a los ojos del recién llegado, la historia de las artes se encarnaría en una historia particular de la visión y lo objetivamente remoto pasaría a ser subjetivamente entrañable.
En enero de 1999, el libro empezó a ser. Extrañamente, hoy, completado ya el proceso de edición, lo veo como si fuera el cuaderno de notas de un espectáculo de danza y Valéry me vuelve a la cabeza: “… tengan a bien observar esta advertencia infinitamente simple: por diferente que sea la danza del caminar y de los movimientos utilitarios, ésta se sirve de los mismos órganos, de los mismos huesos, de los mismos músculos que el caminar, sólo que coordinados y articulados de otro modo”
Tengan a bien observar que, por imponente que sea el teatro, los bailarines se mueven en la más absoluta intimidad cuando estan en escena. Como la emoción del espectador que nace en el fondo mismo de sus entrañas. Como la soledad del escritor cuando se decide por un nuevo papel en blanco. Pero no hay espectáculo sin teatro, ni se puede llegar a ser espectador sin formar parte de una audiencia, ni hay escritor sin lector.
Sea pues la invitación contenida en el título de esta narración epistolar,Te mando este rojo cadmio…, la que conduzca al lector a través de una historia celosamente guardada hasta hoy en sobres privados.
Historia del proyecto
1997-1999 Correspondence between JB and JC
2000 Actar publication (Spanish [2500 copies] and English [5000 copies]) + Birkhaüser version [2500 copies] in German
2000 Exhibition of the correspondence in the framework of M’escriuras una carta? Museu d’Art de Girona.
2001 Exhibition of the correspondence at Sala Municipal Revilla de Valladolid.
2001 Exhibition of the correspondence at Museu Nacional d’Art de Catalunya
2002 BBC Radio Three 'Between the Ears' radio production (45 minutes) with music by Gavin Bryars.
2005 Exhibition at The National Theatre, London - letters, books etc from the correspondence
2010 CD version of the R3 programme released on Gavin Bryars' label
http://www.gavinbryars.com/work/disc/i-send-you-cadmium-red
2010 Exchange of letters between students of Escola El Puig d’Esparraguera and John Berger, John Christie and Eulàlia Bosch
2011 & 2014 Theatre version of 'Cadmium Red' performed in Toronto by 'Art of Time Ensemble'
http://artoftimeensemble.com/concert/i-send-you-this-cadmium-red
"The show is innovative and moving, unnerving at times yet still sensual and provocative that connects on an unexpectedly emotional level. It begs a response that evolves into a conversation piece after the audience leaves their seats and certainly well worth experiencing."
“A film, a painting, an essay, a concert — and yes, a play — all at once. Therefore none of the above. It’s something else entirely. And it’s extraordinary.”
https://literarytreats.com/2014/03/24/theatre-i-send-you-this-cadmium-red-by-art-of-time/
2016 US Indie band 'Pinegrove' from New Jersey release 'Cadmium' their song inspired by 'I Send You This Cadmium Red'
https://www.youtube.com/watch?v=AbFGMw1mY48
2016 'CR' featured in Arte film 'John Berger - The Art of Looking'
http://www.bbc.co.uk/programmes/b082qynq
2017 'CR' featured in BBC R3 tribute (120 minutes) to John Berger - 'Ways of Listening'
http://www.bbc.co.uk/programmes/b08yrm17
2017 (Nov) 'Performance by Gavin Bryars at the British Library of a section of 'CR' as part of the birthday tribute 'Ways of Hearing JB'
https://www.bl.uk/events/ways-of-hearing-john-berger-in-words-and-music-05-november-2017