Exposició feta en col·laboració amb Fernando Marzá.
Guillermo Zuaznábar i l’Associació Ikertze.
Disseny gràfic: Salvador Saura, Ramón Torrente
Laboratorio de tizas. Laboratorio de ideas. Taller de luz. Contenedor de sombras. Lugar de observación de lo hipotético. Lugar de acumulación de intuiciones. Lugar de desocupación de lo innecesario. Lugar de trabajo. Lugar de vida. Lugar de cambio y de intercambio. Lugar de educación y de juego. Atalaya desde la que percibir el movimiento. Espacio en el que discurre el tiempo de soledad y de silencio. El tiempo de afán y de deseo. Un presente continuo de dirección incierta. Laboratorio, taller o simplemente, casa. Espacio y tiempo de permanencia. De reconocimiento de lo hecho. De catapulta de lo por venir. Tizas y pizarras. Paisaje oculto de las estatuas de Jorge Oteiza. Tizas y pizarras. Pasamanos de sus textos. Punto de llegada de una investigación artística nunca interrumpida. Punto de partida del espectador afortunado que se cruza con su obra. Tizas y pizarras. He aquí el legado de un escultor poeta, del que recibimos un testigo material e invisible al mismo tiempo. Tizas cuyo cometido es extender la mano del hombre hasta lo más profundo de su imaginación. Pizarras dónde otorgar al pensamiento incipiente la forma justa. Senderos de luz y memoria en sombra. El laboratorio de tizas de Oteiza es el resultado de una conquista. Una conquista personal que se nos brinda como reto. Una puerta abierta a la libertad y a la creación que no admite excusas. Pizarras y tizas. Planos negros que acogen con sutilidad y firmeza el polvo blanco. Negro pizarra. Vacío puro. Contenedor de infinito. Blanco de tiza. O de Oteiza. Negro, blanco, gris y rojo.