Todos los caminos parten de Roma: Maria Antonieta Macciochi

La Vanguardia, Desembre 1984

“Roma ya no está en Roma: tendrá que parecer o igualarse en adelante a la mitad del mundo”, decía el Adriano de Marguerite Yourcenar.

Esta misma sensación del emperador la revivimos hoy leyendo la biografía que Maria Antonietta Macciochi acaba de publicar en Italia y Francia simultáneamente. También para ella, dos mil años después, Roma ha dejado de estar en Roma.

Primero, Roma se replegó sobre sí misma y tomó por nombre Nápoles: desde las filas del PCI, fueron los años duros de la resistencia, del trabajo de base incondicional, de las actividades directamente vinculadas a la liberación del proletariado, del enamoramiento de la humanidad infeliz encarnada en un dirigente comunista… Fue la conquista de Roma desde dentro, desde lo más íntimo, desde la entraña de sus capas sociales más desposeídas, que acusaban de lleno el asedio de los años del fascismo.

Luego, el creciente interés por la política y su temprano divorcio, muestras ambas de su empeño por defender una estricta coherencia entre la libertad teórica postulada y la libertad restringida de la militante, devuelven, para Maria Antonietta, Roma a Roma.

Desde la redacción de “Noi Donne” los muros de la ciudad, “que el sol poniente dora con un rosa tan bello, ya no son sus murallas”, como escribía Adriano. Artículos, contactos con partidos extranjeros, reportajes y entrevistas van configurando el marco de los acuerdos y discrepancias de la joven periodista con las jerarquías orgánicas. El periodismo, ejercido con la fría voluntad de hierro que suele postularse de los hombres, la llevó hasta la dirección de “Vita Nuova”, semanario del comité central del PCI.

Roma fue así cobrando tales horizontes que se expandió desde la China de Mao a la España franquista, desde el Irán del Sha a la invasión de Checoslovaquia, desde la cátedra de Vincennes al Parlamento Europeo, desde Camboya a Jerusalén… Roma fue continentes enteros, países, ciudades, bloques de suburbio y palacios presidenciales. Roma fue manifestaciones multitudinarias del Mayo francés, visitas particulares al estudio de Althusser o a la casa que Passolini tenía en Sabaudia junto a la de Moravia, fue Sartre y fue Simone de Beauvoir, fue Malaparte y fue Poulantzas y fue Miterrand; Roma fueron los funerales de Sartre, de Moro, de Passolini, de Berlinguer; Roma fueron los discursos en el foro europeo, y en las comisiones y en los grupos parlamentarios, y, sobre todo, Roma fue el avión.

Y cuando Roma era ya la mitad del mundo, Roma empezó a ser un montón de cuadernos de viajes, millares de notas y fotografías, de recuerdos y esperanzas, de días y de noches por desenterrar de los cajones de la Roma geográfica y entregar a la Roma esparcida por el mundo que aguardaba pacientemente su turno.

Hoy, estas montañas de papel son ya la autobiografía de Maria Antonietta Macciochi, crónica política contemporánea a través de la cual puede hacerse un repaso de los principales acontecimientos que han ido configurando la escena política europea hasta dejarla como está.

La política, dice Maria Antonietta, es rapidez; es estar en el momento justo en el lugar adecuado; es no perder nunca el compás. Este ritmo trepidante, presente en el libro, le confiere un interés muy especial: recoge las repercusiones que tienen sobre Europa hechos de política internacional ocurridos a miles de kilómetros de Estrasburgo, pulsa comparativamente los ritmos de vida de partidos políticos afines —PCI, PCF—, combina actos protocolarios con entrevistas propias de periodista arriesgado, atiende al mismo tiempo a problemas generales y a aspiraciones particulares de grupos marginales…

En esta línea, MAM, su apelativo político, consigue capítulos verdaderamente novelescos, con sus momentos de intriga, basados en una trama internacional en la que encajan noticias y acontecimientos en apariencia independientes y distantes.

Sin embargo, no se trata de un libro de memorias. “Deux mille ans de bonheur”/ “Duemila anni di felicità” es, propiamente, una autobiografía. El sujeto de este constante ir y venir es siempre MAM. Es el irrefrenable deseo de comprender el mundo y, dentro de lo posible, de enlazar el pasado con un futuro mejor, el que hace que esta mujer, italiana, militante del PCI hasta su expulsión, profesora de universidad, parlamentaria europea, compañera y amiga de filósofos y literatos se decida a repasar con la fidelidad propia de un artesano viejo todos los hechos que han ido tejiendo su vida desde los tiempos de la resistencia hasta hoy.

El libro nos la muestra desde muchas perspectivas distintas como si el texto fuera una gran sala de espejos en la que cada uno atendiera especialmente a un aspecto, a un momento a una actitud precisa. La agilidad de su escritura nos hace verla algunas veces en el centro de la escena, como si se tratara de una figura gigantesca; otras aparece como ojo de espía entre bastidores; otras, en fin, como niña tímida atemorizada.

Es admirable el coraje extremo, al que algunos sin duda llamarán pedantería, de proponerse como eje en torno al cual giren personajes ilustres, momentos trascendentes, reuniones clandestinas, manifestaciones políticas de altos vuelos, cotilleos, decisiones orgánicas…

A algunas todavía nos sorprende que alguien sea capaz de escribir su biografía; y más, si ese alguien es mujer. Y la sorpresa se transforma en inquietud cuando esa mujer ha tenido y sigue teniendo como único oficio la política; porque, al contarse, deberá contar también parte de la vida de los que han sido, son o seguirán siendo los personajes dirigentes del conjunto de nuestras vidas. Arriesgada apuesta la suya, porque el poder no es nada más que el poder, pero tampoco nada menos.

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